La sexualidad femenina, tabú
En pleno siglo XXI la sexualidad femenina sigue siendo todo un descubrimiento para muchas, pues el tabú que la rodea ha impedido su divulgación de manera libre y sin ataduras. Es por eso que queremos contribuir a erradicarlo, hablando de masturbación, juguetes sexuales, concienciación y educación. La realización de dos experimentos sociales, también nos ha ayudado a mostrar el nivel de cultura general acerca de la sexualidad.
A lo largo de la historia las mujeres han sufrido muchas discriminaciones por el simple hecho de serlo. Son muchas las que han luchado durante centenares de años por unos derechos para que ahora podamos disfrutarlos. Este es un hecho que se colma de sentido años tras año cada 8 de Marzo, el Día de la Mujer. En una sociedad donde gran parte de las mujeres siguen sufriendo violencia física, insultos y menosprecios; llegó el momento de revolucionarse.
Las mujeres empezaron a ser dueñas de su propia sexualidad, un tema que aún sigue considerándose un tabú en la sociedad, pero que nada tiene que ver con los comienzos del S.XX, cuando era una propiedad monopolizada por los hombres. Este monopolio llegó a su fin con los primeros movimientos feministas que sólo buscaban reivindicar los derechos fundamentales que les habían sido vetados a las mujeres en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Alrededor de todo el mundo comenzaron a surgir las feministas, mujeres tildadas de histéricas, por el simple hecho de querer hacer suyos los derechos que se le reconocían al hombre. Mujeres que han sido silenciadas históricamente, entre ellas mujeres sufragistas como Clara Campoamor que consiguió el voto femenino en España, mujeres republicanas que querían su lugar en la política como Dolores Ibarruri o las Sinsombrero, grandes literaratas, pintoras y filósofas que pertenecen a la famosa Generación del 27 pero que nunca han formado parte de los libros de texto.
A nivel internacional, no fue menos importante, con Virginia Wolf reinvindicando el papel de la mujer en la literatura y el menosprecio que sufría, junto a Simeone de Beauvoir, una mujer que reivindicaba la importancia de visibilizar la sexualidad femenina con su libro El segundo sexo, un libro que a día de hoy sigue siendo la base de la liberación sexual femenina. La lucha feminista lleva años en activo, viviendo hasta tres olas feministas. Aunque, a día de hoy está más viva que nunca, llegando a considerarse el momento actual como ‘La Cuarta Ola’.
Actualmente, las feministas han puesto sobre la mesa cuestiones que parecían insignificantes pero que han condicionado la falta de liberación de la mujer a lo largo de toda la historia. Una de ellas es la falta de conocimiento de la mujer respecto a su propia sexualidad, a causa del falocentrismo que ha sido inculcado en nuestra sociedad y donde el coito y el placer únicamente hacían referencia al hombre, o en su defecto, sólo existía cuando la finalidad era procrear. Estas cuestiones han surgido de la base religiosa que ha protagonizado históricamente el poder en España y, de la que aún conservamos restos que nos impiden avanzar. Todos y todas, conocemos la anatomía del hombre y la mujer, las grandes claves del placer masculino, pero realmente las mujeres, ¿conocemos nuestro propio cuerpo? Es hora de preguntarnos si el placer femenino ¿nos ha sido ocultado?
El placer de la masturbación femenina
La masturbación femenina ha sido el gran tabú de las últimas décadas. ¿Es este un problema social? Los adolescentes están cansados de hablar de masturbación masculina, pero ¿qué pasa con la masturbación femenina? Se ha creado un tabú alrededor de ésta que ha producido que las mujeres descubran su sexualidad a una edad muy avanzada, con muchas inseguridades y temores.
Según un estudio de la Plataforma Victoria Millán, un 30% de las mujeres siguen sin masturbarse. Las mujeres entre 46 y 55 años son las que más se masturban, mientras que si nos centramos en las jóvenes de 18 a 24 años, aunque la mayoría se de ellas masturban, solo un 13% de ellas afirman hacerlo de manera sistemática.
Durante el experimento social, han sido muchas las mujeres que han afirmado en público que sí se masturban, aunque son pocas las que hablan de ello con naturalidad. En los diferentes medios de comunicación se encuentran miles de artículos enfocados a explicar a las mujeres por qué no llegan al orgasmo, pero ¿sería diferente si nos explicaran que es el placer?
En el caso de Larissa y Naza, cocreadoras de Sola Me Gusto, que empezaron a masturbarse con 21 y 24 años, respectivamente, mientras que los hombres empiezan a masturbarse alrededor de los 11 o 12 años, según los expertos. Larissa afirma que una de las razones por las que la masturbación es tabú se debe a “que se ve más representada ‘la culpa’”, que parece menos problemática que “el pecado” de países como Puerto Rico, pero que finalmente, la censura de la libertad femenina acaba siendo la misma.
La relación con el pecado o vivir con la culpa de autoconocerse a una misma, genera inseguridades y aleja a la mujer de su propio placer
La falta de conocimiento del propio cuerpo, junto a la relación con el pecado o vivir con la culpa de autoconocerse a una misma, genera inseguridades y aleja a las mujeres de su propio placer. Haciendo que estas sólo vivan su sexualidad cuándo la iniciativa la tiene su pareja. Por estos motivos, es hora de que las mujeres aprendan a conocerse sin miedo.
La era de los juguetes sexuales
Los juguetes sexuales y su uso también están rodeados de tabúes. “Hay un falso mito de que los juguetes sexuales son para personas que tienen problemas con su sexualidad o tienen mucho deseo sexual” afirma Kathy Martínez, integrante de la plataforma Platanomelón. Como estos mitos existen muchos más ¿Estaré reemplazando a mi pareja? ¿Significa que soy una mujer insatisfecha sexualmente? ¿Son perjudiciales para la salud? ¿Provocan una pérdida de sensibilidad? Estas son solo algunas de las creencias que giran entorno a los juguetes sexuales. Todas ellas son falsas, ya que carecen de fundamentos científicos y son fruto de un déficit de educación sexual.
Por convicciones como estas, los juguetes sexuales constituyen uno de los tabúes más grandes de la sexualidad. “Los juguetes sexuales son una herramienta para jugar, destapar la imaginación y para ayudarnos a descubrirnos a nosotros mismos y también a la pareja” sostiene Kathy.
Aun así, que se hable poco de su uso no significa que no se usen. Según un estudio de Dolce Love, una cadena de parafarmacias, seis de cada diez mujeres reconoce usar o haber usado algún juguete
erótico en sus relaciones sexuales. Los estudios apuntan también que un 65% de los consumidores de artículos eróticos son mujeres, frente a un 35% de hombres.
Otra cosa de la que tampoco se habla es su auge en el mercado. Dolce Love afirma que el mercado de productos eróticos en España factura unos 500 millones de euros desde el año 2016.
Sin embargo, la sociedad conoce bien poco acerca de ellos. La juguetería erótica va mucho más allá del conocido vibrador. Existen multitud de artilugios, desde las bolas chinas, pasando por los estimuladores y masajeadores hasta los complementos más fetichistas y los consoladores con control remoto. Y es que la juguetería sexual se está convirtiendo en toda una revolución de la industria tecnológica.
Empezar de cero
“Apetito sexual, propensión al placer carnal”, así es como la Real Academia Española define ‘sexualidad’. Un simple sintagma nominal como este ya lleva connotaciones negativas incorporadas. Mientras lees “placer”, inconscientemente, el contexto de la frase te hace relacionar y confundir esta palabra con “pecado”. De forma enmascarada, la RAE te está diciendo que “sexualidad es la propensión al pecado carnal”.
Históricamente, el sexo, entendido como placer, disfrute o diversión, para la mujer ha sido siempre una prohibición u objeto de crítica e insulto. Hoy en día, lo sigue siendo. “Se ve en colegios, se ve en la calle, se ve cuando hablas con tus compañeros, cuando hablas con todo el mundo. En películas incluso que no son porno, películas normales, el hombre sale hablando muy libremente de sexo y la mujer, aunque empieza a hablar más, aún tiene ese miedo de que la llamen puta por hablar de sexo”, afirma Anna Chacón, sexóloga y educadora afectivo-sexual.
Son los valores culturales y lo sociales los que tienen que ver mayormente con la creación y la constitución de la sexualidad. Mientras no se elimine el concepto establecido de que la sexualidad femenina no es igual a la masculina y, por lo tanto, las mujeres no son igual de libres que los hombres en todos los aspectos de la vida cotidiana, este tabú no va a desaparecer nunca. Pero el trabajo de concienciación y de crear un cambio mental sobre este tema no es tarea fácil, ya que no solo es así por la educación que recibimos, sino que influyen otros factores como el género, las relaciones familiares, lo que se ha aprendido en el entorno social, los conocimientos a través de la pornografía o lo que uno personalmente entiende sobre los diferentes conceptos sexuales. Aun así, es cierto que la educación es el factor principal, ya que los talleres impartidos en las escuelas o centros siempre se han basado en enseñar a los jóvenes que el sexo es igual a reproducción. ¿Quién les explica que no solo existen los condones masculinos o las píldoras femeninas?, ¿Quién les explica que sexo también es placer, que hay diferentes maneras de disfrutar con otra u otras personas o solo? ¿Quién les explica que no es una regla universal, que hay que seguir estrictamente, que el sexo es entre un hombre y una mujer?... De esta manera, el sistema educativo solamente está contribuyendo a la creación de más mitos y falsas creencias sexuales.
Por eso es importante empezar de cero, enseñando reales y nuevos valores a los más pequeños, ya que como afirma Anna Chacón “Si empezamos desde que son pequeños a enseñarles bien, a aceptar a los demás, a aceptarse a si mismos, a su cuerpo, a lo que sienten, podrá ser mucho más fácil el proceso”.
La educación sexual como base
El colegio, en concreto la etapa de la ESO, es clave para formar opiniones y concienciar a los adolescentes en los diferentes temas sociales. En todas las entrevistas que hemos realizado se reivindica que la educación sexual “es la base” para que las mujeres conozcan su propia sexualidad. En concreto, Larissa, cree necesaria una clase “más íntima” donde se explique “cómo transmitir placer” y dónde las conversaciones enfocadas a la sexualidad femenina se normalicen.
La Agencia Catalana de la Juventud, confiesa que hace años que esta asignatura está dentro del currículum educativo, teniendo en cuenta que la necesidad no solo se basa en “una asignatura, sino que dentro de las asignaturas exista una coeducación”. Es fácil quedarse en la superficie del problema, por eso creen necesaria la perspectiva feminista, sin dejar de lado la visibilidad del colectivo lgbt y las mujeres racializadas. Finalmente, la problemática más evidente es la falta de profesorado formado adecuadamente para impartir esta asignatura. Es por eso, que aún a día de hoy esta asignatura no se imparte en ningún colegio.
La falta de conocimiento en relación al cuerpo de la mujer y, sobre todo, al placer femenino es evidente. Las personas, de cualquier género y edad, conocen a la perfección los órganos y las zonas erógenas del hombre, pero ¿las de la mujer?. En el experimento social realizado en Barcelona se confirma. Es el caso del Punto G, con el 100% de los aciertos en el caso masculina, pero un solo acierto en el caso del Punto G femenino.
Conclusiones
La sexualidad femenina por tanto, sigue siendo un terreno ampliamente desconocido por la sociedad, no solo masculina, sino también para las propias mujeres. Una gran mayoría de ellas, experimenta el placer por ellas mismas, al igual que los hombres, pero a los ojos de la sociedad, ellas cometen un grave pecado y ellos simplemente se disfrutan. El tabú, por tanto, no solo está en el acto en si, sino en el hecho de compartirlo o verbalizarlo.
En nuestro primer experimento social, pudimos comprobar que las chicas respondían de forma más limitada y con incomodidad sobre la sexualidad. Por ejemplo, a la pregunta de “¿Te masturbas?”, la mayoría de chicas respondieron que sí lo hacían, pero, aun así, se podía ver la incomodidad de las chicas respondiendo a la pregunta, mientras que los chicos respondían con total naturalidad. En cuanto a los juguetes sexuales solo una de las chicas respondió que sí los usaba. Pero en este caso nos encontramos con un uso muy poco frecuente de los juguetes tanto por parte de hombres como de mujeres. Cuando preguntamos si para ellos era un tema tabú, la mayoría coincidió en responder que, aunque para ellos no es un tema tabú, es un tema del cual no hablan con frecuencia. Solamente los chicos respondieron que sí que hablaban del tema entre chicos, pero con chicas no; por otro lado, la mayoría de chicas negó hablar del tema. Esta respuesta nos demuestra que, aunque ellas piensen que no es tabú, su educación y su cultura les ha enseñado de alguna forma que “está mal” hablar de ello y que está mal aceptar que se masturban o hablar de su sexualidad.
En cuanto a educación sexual, como pudimos comprobar en el segundo experimento social, estamos muy poco informados sobre la sexualidad. Durante el experimento preguntamos a los participantes si sabían qué era el vaginismo, o si sabían que existía una esponja para mantener relaciones sexuales con la regla. En ambas preguntas, la mayoría mostró su desconocimiento sobre ello, aunque un reducido número de personas supo responder. La pregunta más sorprendente fue la de “¿Dónde se sitúa el punto G de la mujer?”. En este caso, la gran mayoría de los participantes no supo localizar el punto G femenino, respondiendo por mayoría el clítoris, una respuesta que es incorrecta. En cambio, todos los participantes supieron decir, aunque no fuese con exactitud, dónde se encontraba el punto G de los hombres. Esta diferencia demuestra que nuestra educación sexual nos ha enseñado cómo dar placer a los hombres, pero no a las mujeres. Con ello, queda demostrado que falta mucha más información sobre masturbación, placer femenino o la menstruación, entre otras cosas.
Aun así, no todo es negativo. Cada vez son más las mujeres que deciden vivir y sentir libremente, sin miedo a ser juzgadas. Algo que no debería reivindicarse, pues es el sexo es un instinto básico que todo animal tiene y siente, y cómo mamíferos que somos, lo vivimos también.
Pequeños avances, pero que todavía requieren de muchos años para que podamos sentirnos completamente liberadas. Y aquí es donde la educación y concienciación toman sentido. Debemos normalizar la sexualidad femenina desde los inicios, solo así conseguiremos grandes logros en un terreno constantemente lleno de obstáculos que nos impiden ser lo que somos, mujeres.